Miras a la derecha y te encuentras de frente con un tigre enseñando los “colmillitos”. ¿Qué te pasaría?
Bueno, si no te da un soponcio en ese momento y sigues vivo después de semejante susto, pensarás “este bicho me va a matar”, y tu cerebro interpretará tal situación como peligro inminente (con toda la razón).

Esto hará que tu cuerpo se prepare para dar una respuesta (para el 99% de los mortales será salir por patas); los músculos se contraen, el ritmo cardíaco aumenta, la respiración se vuelve mucho más agitada, sudores… vamos, que nos pondríamos ¡de los nervios!.

El problema es que hoy día “vemos tigres por todas partes”; nos salta la luz roja de amenaza o peligro demasiadas veces en situaciones que prácticamente, pueden presentarse todos los días.

No es que pensemos que el atasco, el que se cuela en la fila, el que nos insulta, las cosas que nos quedan por hacer, o la posibilidad de llegar tarde nos hagan pensar “este bicho me va a matar”, pero valoramos estas y otras escenas como muy negativas, lo que nos lleva a pensamientos igual de negativos y mandamos al cuerpo las señales suficientes como para contraer músculos, aumentar el ritmo cardíaco… vamos, que nos ponemos ¡de los nervios!.

Realmente, la ansiedad y el estrés son respuestas adaptativas cuyo fin es la preparación a situaciones amenazantes. Ahora bien, NO estamos hechos para aguantar niveles máximos de estas respuestas continuadamente, porque además de absurdo, es contraproducente para nuestra salud emocional y corporal.

La palabra “valoramos” está subrayada, y es por algo. Y es porque en numerosas ocasiones no es la situación en sí amenazante, peligrosa o digna de despertar nuestra alarma, sino la INTERPRETACIÓN que hacemos de la misma la que nos lleva a ese estado de agitación.

Por nuestro bienestar, no veamos tigres donde sólo hay gatitos.
Si ves tigres por todas partes, contáctame y hablamos. Te aseguro que podemos hacer equipo para que aprendas a ver gatitos donde ahora solo ves tigres. Cuídate y…
Feliz día, feliz vida Besazo