Los adultos a cargo de educar a otros también cometemos errores.

Uno de ellos es dar por sentado que nuestros hijos o alumnos saben de antemano ciertas cosas porque nosotros las tomamos como “sencillas”.

“Sé educado”, “pórtate bien”, “recoge tu habitación”, “saluda como es debido”, “estudia correctamente”, “lávate bien los dientes”… esto son ejemplos sencillos de frases que les repetimos y que, cuando no hacen de la manera que esperamos, solemos repetir la orden como si de esa forma el asunto quedara resuelto.

Por poner un ejemplo muy claro (y muy común), cito una frase que tanto papás y mamás como profes suelen utilizar, aquello de “pórtate bien”. Esta orden a priori tan simple deja muchos interrogantes en el aire para los pequeños, pues… ¿qué es “portarse bien”?

Por ir un poco más allá, quiero mencionar otros ejemplos menos claros, como el hecho de esperar que vayan contentos al cole cuando nosotros renegamos de ir al trabajo; o de creer que deben saber escuchar a los demás cuando nosotros no les escuchamos a ellos.

 

El mensaje de hoy es claro; antes de pedir a nuestros pequeños que hagan algo, debemos estar seguros de que saben cómo hacerlo, de que les hemos enseñado ese “algo” y que somos ejemplo de ello, de lo contrario, seguro que aprenden, pero algo que no queremos.

 

Recordemos: lo que no se les enseña, no lo aprenden.

Feliz día, feliz vida